Thursday 24 March 2011

La Dolce Vita, 1960




Director: Federico Fellini

A pesar de la obsesión anglosajona por producir arte y ciencia de manera coherente, la disparidad reflejada en esta película que carece de continuidad narrativa supone un reto para toda mente del Norte de Europa y América. Sin embargo, todo el mundo reconoce que este filme es sin duda uno de los mejores que se han podido hacer en la historia del cine. Federico así demuestra que la expresividad y creatividad humana tiene mucho que ver con la vivencia interna del individuo. La aparente falta de lógica percibida en la cinta no es más que el reflejo de la propia ignorancia de aquellos que no aciertan a ver orden en la sofisticación.

Los mensajes que Federico mezcla en la película son una suerte de fragmentos semi-oníricos de gran valor existencial. El efecto acumulativo de las narraciones que 'La Dolce Vita' nos muestra, nos acaba dejando angustiados, perdidos y quizás, desilusionados con la vida. No hace falta presentar burdamente esta reflexión, sino que como arte que es, el cine permite hacerla consciente a través de nuestro inconsciente.

Roma es un desierto moral, una ciudad que acumula tantas ruinas como depravación. Perdidos en la vorágine de la nueva era, los personajes de esta historia vagan ebrios y desinhibidos. Su alienación no les permite reaccionar emocionalmente ante el sufrimiento y la confusión de la clase trabajadora todavía adicta a la superstición y la que se le prepara un nuevo lavado de cerebro: el consumismo. Ni siquiera el choque con lo animal o con el mundo no vivo (reflejado en el fin de la película) produce cambios en los personajes. El ser humano, imbuido en sí mismo, está en constante huída de su propio destino. El exceso de civilización nos puede hacer perversos y grotescos en nuestros hábitos y actitudes. La clase dominante se retuerce de dolor ante su impotencia frente a la mortalidad. Al final, como siempre, serán las clases trabajadoras las que tengan que encontrar modos de aliviarlos. La comercialización y el consumo masivo de la belleza y la popularidad se entronan como valores absolutos del mundo contemporáneo. El Emperador se ha colocado nuevos ropajes.

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