Sunday 23 February 2014

La Vénus à la Fourrure (2013)


Director:  Roman Polanski

Eta es una obra maestra que nos ayuda a redirigir el mundo de la expresión artística en general y del cine en particular. Es como si uno de los capitanes del mundo cinematográfico diera un golpe de efecto o quizás un golpe en la mesa, para así recuperar el cine y librarlo de sus ligaduras. La Vénus à la Fourrure es más que una cinta entretenida y vivaz, es más que arte y diálogo profundo. Este filme emprende un camino hacia la validación y el respeto hacia el teatro, hacia los vínculos íntimos entre ambas formas expresivas y desde donde se aprovecha para exponer las difusas fronteras entre la vida subjetiva y la objetiva, entre imaginación y experiencia interpersonal, entre el deseo y la expresión del mismo. Polanski nos recrea un juego íntimo y personal entre dos desconocidos que exploran la esencia de las relaciones entre los dos géneros. El teatro, el escenario es así la cama, el lugar ideal para poner en marcha un juego nunca acabado y siempre por empezar. El teatro es el lugar idóneo para reflexionar, así como lo es la cama, sobre la naturaleza de nuestras relaciones, sobre la comunicación humana y la materialización de creencias esquemáticas y personalidad. Una relación casual refleja la estructura de la personalidad de cada actor. En este caso, destacan las tendencias sádicas y masoquistas de los protagonistas, pero podrían haberse elegido otras. Esto es sólo una ilustración. Polanski se ha revela como un conservador y vota por la personalidad como un constructo estático y fijo, guiñando un ojo al psicoanálisis y dando una opinión cínica del mundo contemporáneo, lleno de palabras vacías (políticamente correctas) que parecen querer arrebatarnos lo espontáneo y lo congénito. La vida intelectual contemporánea se lleva las relaciones entre adultos a un terreno psicosocial-legal (las disputas emocionales entre adultos reflejan diferencias de poder y son un potencial delito), clínico (el sadomasoquismo es un trastorno) y aséptico (las emociones y las creencias de los interesados no son relevantes) donde se juzgan los sentimientos y conductas de manera casi evangélica y mojigata. Hay una pequeña crítica ahí, puesto que Polanski se deja llevar o confundir por el hecho de que el abuso, la violencia doméstica y los traumas son experiencias válidas también. Las personas también desean escapar de su pasado, rehuir de su personalidad y crear mundos, posibilidades y relaciones nuevas. Pero él tiende la mano hacia una psicología más clásica para hacer honor a las viejas creencias y desde alli intenta dar equilibrio a ambos lados de la relación. El sádico es masoquista, y el masoquista es sádico. De este modo, la prostituta, la mujer pobre e inculta son elevadas al estatus de diosas, para demostrar que el poder y la fuerza masculina son sólamente caras de una moneda que no puede existir sin la tremenda y sobrecogedora potencia de lo femenino. Una pieza genial que genera ideas y riqueza contínuamente, y necesaria en la videoteca del cinéfilo. Muchas gracias por esta obra señor Polanski. 

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