Director: Woody Allen
Una película un tanto extraña para un espectador que experimenta a los actores desde un punto de vista cultural no-anglosajón. Penélope Cruz parece imitar sin éxito a una chabacana moderna, aunque se entiende las dificultades cuando el perfil psicológico del personaje es un fallido retrato de una persona con trastorno mental. Este papel junto al inverosímil rol de Javier Bardem, que hace de un Don Juan de los años sesenta me hace sentir que Woody Allen se quedó estancado en la era franquista española. Pero lo más ridículo es la interacción entre ambos personajes que me hace pensar que el teatro de los Alvarez-Quintero sea el concepto más sofisticado que este director tenga para un guión en español.
Esta superficialidad me sorprende y decepciona de alguien como Allen, pero no hay nada más que ver cómo retrata a Cataluña y Asturias musicalmente: con música Andaluza (y una música archiconocida, que de nuevo muestra su ignorancia de lo nuevo y lo actual de las músicas íberas). Resulta incomprensible que la película se trate de personajes interesados en la cultura catalana y la banda sonora no tenga una sardana o algo catalán al menos. Por supuesto, el personaje de Javier Bardem está tomado de la cultura andaluza y no de Cataluña.
La guinda final está en el hecho de que como siempre (y de nuevo, esto no es nada nuevo puesto que existe un precedente literario: La Tesis de Nancy de Ramón J. Sender, 1962) los personajes anglosajones vuelven a casa para comportarse como si nada hubiera pasado. Sin embargo, todo es representado como si los dichos personajes son los que se van a enfrentar con un reto. No puede ser un reto si la experiencia no te cambia. De nuevo, una concepción infantil del 'otro'. Woody, ¿de qué te han servido tantos años de psicoanálisis?
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