Sunday 5 September 2010

800 Balas, 2002

Director, Álex de la Iglesia

Esta película curiosamente tiene mejor crítica en el mundo angloparlante que las anteriores comentadas. Supongo que porque la audiencia de este tipo de cintas son más selectas y más mayores en edad. En este sentido de la Iglesia nos recrea un microcosmos andaluz, con los restos arqueológicos de un Hollywood almeriense que sólo los que eran adultos en los años sesenta-setenta pueden comprender. La película no sólo es una 'B movie' o una 'exploitation film' en terminología anglo, sino que parece una rareza artística donde se mezclan más de un género.

Me recuerda a Planet Horror de Rodríguez y Tarantino porque tienen un sabor retro y psicológico. En este caso de la Iglesia revive aspectos históricos de la historia del cine español, pero amalgamando métodos expresivos como el uso de lenguaje vulgar y arquetipos ibéricos con la chocante adición de una estudiada estética de cine del Oeste. Como aderezco hay pinceladas fellinianas donde el niño que llevamos dentro es iniciado sexualmente por una venus iberoamericana y toques postmodernos y americanizantes sobre el capitalismo y el papel represor de la policía en la sociedad.

De la Iglesia retrata a los españoles pero confunde lo andaluz con lo madrileño. Mostrar a andaluces hablando castellano es tanto una desafortunada pero frecuente falta de respeto, decoro y tacto como una forma de subordinar nuestra preciada cultura a la cultura dominante. A lo mejor somos igual de burdos que los madrileños a ojos de otros y no es mi paranoia personal. Pero también puede que como vasco, de la Iglesia todavía no se haya enterado de que los andaluces somos más país y más nación que su pequeño y diminuto barrio del norte de la península. Por otra parte también creo que a estas alturas, a lo mejor nosotros tenemos más culpa de esto que los íberos del Norte. En cualquier caso, y volviendo a la cinta, su dinámica parece descarada e intencionalmente dilatada, lo cual facilita distracción pero también cierto grado de tedio. Supongo que el tedio es un ingrediente necesario para comprender el submundo del Franquismo y sus secuelas en la vida cultural y diaria de los que lo sufrieron. Por todo lo más, creo que es una obra compleja y quizás sobrecargada de información o de planos de significado. Digo esto no porque a mí me disguste lo barroco, sino porque a lo mejor dichos planos me resultan insólitos o insisto, simplemente porque no viví aquella época como adulto.


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