Wednesday 11 January 2012

Harry Brown, 2009

Director:  Daniel Barber 


Daniel Barber refleja la necesidad inglesa de presentar un fenómeno social como si el ojo que observa fuera objetivo. Este es un acto sofisticado, puesto que se reconoce la necesidad de tratar con un tema difícil, pero como en todas las instancias inglesas, se niega el hecho de que la política y la vida humana no admiten una sola postura. La marginalidad y el vicio de la clase baja es algo monstruoso que debe ser castigado por un ex-militar pensionista. Es una vieja historia de gran resultado de taquilla en el pasado. La falta de imaginación se nota incluso por la semejanza en el nombre de la película con el del conocido actor lituano Charles Bronson, que protagonizó muchas cintas de este mismo estilo. Por desgracia, Harry Brown no ha tenido tal éxito a pesar del intento de evocación quasi-subliminal de un ídolo de otra época. La cinta está protagonizada por casposos policías y casposos yonkies. Daniel parece intentar en vano resucitar estas momias haciendo uso de sus conocimientos sobre televisión, publicidad y sobre todo esperando tirar de la actitud conservadora de la audiencia británica, que desde hace tiempo ha renunciado a la democracia y vive una rancia alternancia política. Su héroe geriátrico indica que se necesita resucitar constantemente la impresión de que los crímenes de los pobres son los que arruinan la sociedad y no los de los ricos. Y que todo tiene solución, pero se requiere fuerza y brutalidad aunque ésta venga de un hombre enfermo. El resultado es una cinta fácil de seguir (hay que reconocer el mérito cinemático), sin sorpresas y también entretenida sobre todo por razones personales. El lenguaje rudo y grosero del inglés marginado es el único vehículo permitido al proletario para hablar por las pantallas. Su sinceridad se convierte en un insulto que es fácil de invalidar y considerar inaceptable. En términos generales traer a la gran pantalla una película de este tipo resulta no sólo una idea inoportuna sino también evidencia de una pulsión repetitiva de culpar y simplificar la compleja madeja social. Así mismo, el cine debe reflejar la actitud de su cliente fundamental que es una clase media anticuada y conservadora. 


Da la casualidad que paso todas las semanas por donde se filmó la película: el barrio londinense de Elephant and Castle y aunque algunos de los edificios que salen ya se han demolido y eliminado de la ciudad, todavía queda el más grande y monstruoso como un espectro de la anquilosada sociedad europea. ¿Está el cine inglés perdido, o es esta cinta una historia sobre un 007 desvencijado? Viejas glorias, historias facilonas.

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