Sunday 22 January 2012

Vincere, 2009

Director; Marco Bellocchio

Esta es la historia de una mujer enamorada de Benito Mussolini, la cual desarrolla una obsesión ciega por dicho hombre de Estado. La cinta es muy atractiva de ver y nos coloca con facilidad en aquellos oscuros años de cambios sociales y violencia que sacudieron el viejo continente. La historia está narrada de una manera ambigüa, de modo que no está claro si ella pierde su salud mental y cree haberse casado con Mussolini o si casándose con él, Mussolini simplemente acaba abandonándola y por ello ella desarrolla un proceso delirante. Una exploración superficial de esta historia indica que en efecto, el asunto no está nada claro. Sin embargo, si hay pruebas de que Mussolini le pagó una pensión y la mantuvo, de modo que es lógico que la señora se sintiera con derecho a reclamar su papel en la vida de este personaje histórico. A pesar de que el proceso en el que ella entra es descrito ambiguamente, está mucho más claro que el hijo de ambos, sí que sufre de una serie de problemas psicológicos como consecuencia del medio en el que vive. Por ejemplo, el hijo sabe de su padre y siente el abandono del mismo durante toda su vida. Creo que el director ha intentado mantener el suspense y no declarar que Mussolini hizo todo lo posible para eliminar toda prueba de que esta mujer hubiera tenido una relación formal con él. El problema es que esto hace que la historia pueda parecer una mera descripción de una persona volviéndose psicótica, sin ninguna conexión con su propia biografía o pasado. Es un riesgo sin duda. Creo que hubiera sido útil haber colocado algún epílogo al fina de la obra para hacer el asunto un poco más claro. En todo caso, es como he dicho una cinta entretenida y que nos ayuda a comprender muchos de los entresijos de la historia moderna y la lucha por el poder político en Europa. Algunas imágenes poseen una tremenda fuerza erótica y a la vez de modernidad. Todo esto me hace pensar en la paradójica identidad italiana, llena de contrapuntos y contradicciones.

Una última observación es la intratable incomprensión que Ida Dalser sufre en el sistema psiquiátrico. Nadie cree su historia, nadie da crédito a alguien que se percibe como enfermo. Y lo peor de todo es que si hay alguien que tiene compasión, el problema es tan complejo que hace que la persona no pueda escapar del tormento y del castigo de la sociedad. En ese sentido, la representación de la institución médica como agente benigno y paciente está distorsionado puesto que como he dicho anteriormente, es posible que el mismo Mussolini se encargara de eliminar pruebas de que Ida fue su esposa. Lo patético de la historia es el comprobar de que hubiera boda o no, si que hubo convivencia y también hubo un hijo de por medio. Pero la medicina no tiene interés en la psicología: todas las pruebas personales de haber vivido con Mussolini no son válidas para demostrar la necesidad de Ida de ser al menos 'reconocida' por alguien. Y es curioso pensar que si uno tiene que vivir en un mundo  donde no se te 'reconoce' (o la persona o personas que uno considera más importante no nos reconoce), hasta qué punto uno se acaba desentendiendo del mundo o del afecto a los demás.

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